sábado, 1 de septiembre de 2012
EL GOZO ESTA EN DIOS
Para entender el estilo de vida que Dios desea para nosotros, tenemos que conocer la diferencia que hay entre felicidad y gozo. Ambos tienen en común alegría, deleite y placer, pero la felicidad tiene una causa externa. Cuando las circunstancias son favorables y placenteras, estamos desde luego felices, pero cuando ellas toman un giro negativo, también lo hace nuestro espíritu. El gozo, por el contrario, tiene una causa interna que no depende de las condiciones externas. Como creyentes, podemos mantener nuestro contentamiento en los tiempos buenos y malos, porque nuestro deleite está en el Señor, no en nuestras fluctuantes circunstancias. Puesto que su fuente es nuestra relación con Cristo.
El corazón alegre no solo levanta nuestro ánimo; también influye sobre los demás. Una actitud de abatimiento arruina el testimonio del cristiano. Si los incrédulos nos ven ansiosos y quejumbrosos, ¿por qué querrían seguir a nuestro Dios? Por el contrario, una demostración de paz, cuando no hay ninguna razón aparente, es como un imán para un mundo perdido. Nuestra actitud es también contagiosa para otros creyentes. Podemos animarnos unos a otros con nuestra confianza de que Dios es suficiente, y de que Él estará siempre con nosotros, pase lo que pase.
Pablo dijo a los filipenses que debían regocijarse siempre! El apóstol Pablo les estaba declarando una profunda convicción, porque él había probado una y otra vez su validez. Es fácil estar alegres cuando nos va bien en todo, pero ¿cómo podemos hacerlo en tiempos de dolor y sufrimiento? Los creyentes no tenemos que estar deprimidos cuando la vida se dificulte. Santiago 1.2-4 nos dice: “Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas. Sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia. Mas tenga la paciencia su obra completa, para que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna”. Las experiencias difíciles ponen a prueba nuestra fe, pero confiamos en que los propósitos de Dios son buenos, y que si nos mantenemos firmes con confianza y gozo, nada nos faltará.
A los cristianos se les dice que se regocijen, no en lo que causa su sufrimiento, sino en el Señor. Esto no significa negar nuestro dolor, sino una oportunidad para confiar y alabar a Dios en medio del mismo. En vez de concentrarnos en la situación que causa nuestro sufrimiento, fijemos nuestros ojos en Cristo. Después veremos las bendiciones que pueden alegrarnos el corazón.
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