La humildad nos permite ser pacientes con los errores de los demás. Mientras caminamos en amor y oramos por las personas, Dios obrará y tratará con sus fallas. Aún cuando en ocasiones se nos haga difícil soportar a los demás, la Palabra de Dios nos fortalece y nos capacita para hacer Su voluntad.
Es difícil tratar con la gente orgullosa, porque rehúsa la corrección y el buen consejo. De hecho, Proverbios 16:5 dice: "El Señor aborrece a los arrogantes". Nadie les puede decir nada, porque ellos piensan que lo saben todo, están siempre a la defensiva, lo cual les dificulta recibir corrección. La gente orgullosa piensa que está en lo cierto y que todos los demás están equivocados. Trata de decirle a la gente cómo debe cambiar o qué debe hacer. Esa clase de enfoque de superioridad, dominante, no es del agrado de Dios. Él quiere que sus hijos sean amables y humildes, no arrogantes y orgullosos.
El orgullo se manifiesta cuando una persona se tiene en más alta estima que los demás, pero Dios dice que todos somos iguales ante sus ojos, ninguna persona es mejor que otra. Recuerde eso, y estará bien encaminado para poder evitar el orgullo. No se engañe creyendo que el orgullo lo llevará a donde quiere ir.
Ser humildes es reconocer que sin Dios nada somos y nada podemos, que todo lo que tenemos viene de Dios. La gente orgullosa no es realmente gente feliz. En cambio la gente humilde es feliz y lleva alegría a otros.